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22 Pero Ahimaas continuó rogándole a Joab:

—Pase lo que pase, por favor, deje también que yo vaya.

—¿Para qué quieres ir, hijo mío?—le respondió Joab—. No habrá recompensa por las noticias.

23 —Estoy de acuerdo, pero igual permítame ir—le suplicó.

Joab finalmente le dijo:

—Está bien, puedes ir.

Entonces Ahimaas tomó el camino más fácil por la llanura y corrió a Mahanaim y llegó antes que el etíope.

24 Mientras David estaba sentado entre las puertas internas y externas de la ciudad, el centinela subió al techo de la entrada de la muralla. Cuando se asomó, vio a un solo hombre que corría hacia ellos.

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